De camino a Oriñón por la autovía del Cantábrico, en el desvío dirección San Vicente de la Barquera, se encuentra La Casita Azul. Este establecimiento hostelero es emblemático en la comarca pasiega de Cantabria y no le faltan motivos para serlo. Mientras disfrutas de un refresco en su amplísima terraza, puedes pedirle al camarero que te traiga unas corbatas, unas palmeras o unos sobaos pasiegos. Ojo con las palmeras, que cada una pesa 3/4 de kilo y llega para cuatro.
La salida 160 de la autovía A8 nos lleva a Oriñón que queda a un kilómetro. Pero se puede continuar por la carretera otro tanto y se llega a la aldea de Sonabia, medio perdida entre el mar y la montaña. AL final del camino se llega a un pequeño aparcamiento de tierra donde dejar el coche. Luego hay que caminar para disfrutar del paisaje y de la playa.
Hay varios caminos por los que descubrir la naturaleza salvaje de Sonabia. Unos se dirigen hacia la playa naturista que se ubica en una bahía protegida junto a la Peña Candina, cuya cima es el Salpico (a 486 msnm). Otros van hacia la cima del monte donde se pueden ver los Arcos del Llanegro (también conocidos como Ojos del Diablo), y otros serpentean al lado de los acantilados que traen a la luz el pasado remoto de esta costa.
Los Ojos del Diablo son dos arcos del tamaño de una casa, restos de antiguas galerías que en otro tiempo se extendían hacia en interior de la tierra. Parece que fueran puestos a propósito juntos dando la impresión de ser los ojos de un monstruo. Desde abajo casi no se distinguen. Para subir a verlos hay que estar en forma pero no nace falta ser alpinista.
La subida es sencilla al principio pero se complica al coger altura. Ya en la cima, hay que tener mucho cuidado con los salientes de roca caliza que dificultan el avance y pueden causas lesiones en un despiste. El esfuerzo de dos horas caminando entre afilados peñascos merece la pena. El paisaje desde arriba es impresionante. Dejo este enlace para los aventureros que deseen planificar el ascenso.
Un voluptuoso saliente destaca entre las playas de Sonabia y Oriñón que parece una ballena de piedra. Realmente es la apariencia que tiene el cabo Cebollero visto desde el lado izquierdo (el nombre real desmerece a la alegoría natural). También dejo este enlace para los que quieran conocer más detalles sobre este pintoresco litoral.
Estos acantilados no muy elevados están llenos de sorpresas que pasan desapercibidas al ojo distraído. Parece como si una gigantesca hormigonera los construyese al ciscar por todas partes su contenido. Pues no: es una masa de caliza gris que contiene infinidad de fósiles: los restos silíceos compactados de Thalassinoides, unos animales marinos primitivos. Adoptan formas de tubos retorcidos que serpentean por el interior de la roca. Dejo un enlace a un estudio sobre el asunto.
Desde aquí se distingue hacia el oeste el monte Buciero que pertenece al ayuntamiento de Santoña y la villa de Laredo con su hermosa playa.
La erosión del mar ha dejado cicatrices profundas en este terreno primitivo que fue lecho marino de hace cien millones de años (en el período Cretácico de la era Mesozoica). Caminando en silencio y con cuidado se pueden oir golpes de oleaje allá abajo, entre los pozos que aparecen al lado del camino. Este es un lugar de abundancia de cuevas, simas y otros elementos típicos del paisaje kárstico.
El mar no es muy profundo en este lugar y tiene un color verde esmeralda intenso, casi irreal. Al fondo se ve la Peña Candina y los Ojos del Diablo. También se intuye la ruta de senderismo para llegar a la cima.
Aquí dejo otra vista más extensa que coge toda la Peña Candina, la cala verde esmeralda y el sendero que serpentea entre los acantilados. El día despejado contribuye a que nos imaginemos en medio de un paraíso ancestral.
Esta imagen más parece de un escenario de película de ciencia ficción que algo real. No sé que clase de seres imaginarios pueden habitar bajo estas cristalinas aguas, pero podríamos salir de dudas con unas cuantas sesiones de buceo.
Y esta es la playa de Sonabia, recóndita y salvaje, el lugar ideal para los que disfrutan del naturismo. Se llega a ella por un caminito repleto de madroños por el que solo se puede ir a pie. En la foto se ven uns dunas milenarias cubiertas de vegetación que franquean al arenal como si se tratase de un jardín perfectamente cuidado.
Esta es la playa de Oriñón. Tiene un kilómetro de longitud pero se extiende hacia el interior siguiendo la margen del río Oriñón que le da nombre. En la parte interna forma una especie de laguna de agua salobre que se vacía y llena con la marea. Su arena es finísima y suelta, tanto que vale para hacer relojes de arena. Con poca mar sus aguas son tranquilas y se hace pie hasta muy adentro.
Al fondo de la foto se ve el monte monte Cerredo con el pico Islares, de 350 metros de altura, lugar especial para practicar parapente. Pero hay que ir con cuidado para no molestar a la única colonia de buitres de Europa que viven al lado del mar. En la falda del monte se haya el pueblo de Islares donde se come muy bien, sobre todo en la taberna de Elisa.
El pueblo de Oriñón se ha desarrollado gracias al turismo. En esta foto se puede ver el emplazamiento del camping en la misma línea de playa.
En esta imagen desde dron se ve, al fondo, el citado pueblo de Islares junto al monte Cerredo. En primer plano está la playa de Oriñón con su arena dorada y sin gente.
La costa cantábrica suele tener un clima suave con pocos días claros por causa de la niebla y las nubes bajas. En verano, si tienes la suerte de tener un día soleado, es conveniente colocarse a la derecha de la playa si no quieres que te dé la sombra del monte a partir de las siete de la tarde.
De regreso a nuestro alojamiento en Guriezo me encontré con esta estampa única... ¡un parhelio!. Los dos "arcoiris" que aparecen separados 22 grados del Sol se forman por refracción de los rayos solares en los cristales de hielo que flotan en la parte alta de la troposfera. El hielo se dispersa formando esas nubes deshilachadas que se llaman cirros.
Después de un día de playa nos fuimos de paseo a Castro Urdiales, un pueblo realmente hermoso.
Castro Urdiales es un lugar lleno de atractivos y, por lo tanto, muy turístico. En primer plano se ve una gran cantidad de embarcaciones de recreo y unas pocas de pescadores. Al fondo, los últimos rayos del sol se reflejan sobre las nubes que recubren los Pirineos.
En Castro Urdiales, junto al puerto, está la iglesia de Santa María de la Asunción y es castillo de Santa Ana. Ambas fortalezas tienen una larga e interesante historia pulsa sobre este enlace para conocerla.
Este es un buen refugio para pequeñas embarcaciones de pesca en el puerto de Castro Urdiales... Y también un buen lugar para tomar algo y charlar.
Junto al Ayuntamiento hay gran cantidad de establecimientos hosteleros que se llenan de gente por la tarde. Es difícil encontrar un sitio donde sentarse y tomar algo si no vas con tiempo. En todo caso, siempre puedes dar un paseo. La tarde bulliciosa contagia de alegría al visitante.