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2018-01-29
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Suicidio, el tabú del siglo XXIEn la sociedad de la postverdad y de la hiperinformación no parece que exista ningún problema humano que no pueda recibir tratamiento o remedio. Un ejército de especialistas, políticos, tertulianos y otros gurús sociales analizan y diagnostican cientos de cuestiones de relevancia social todos los días en los medios de comunicación. Pero sigue habiendo algunos tabúes, temas peliagudos de los que es mejor no hablar. Entre ellos está el del suicidio, asunto que a unos reporta preocupación y a otros curiosidad no exenta de morbo.
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Además se establecen las siguientes medidas para prevenir el suicidio en prisión:
http://telefonodelaesperanza.org
En algunas comunidades autónomas como Madrid se han puesto en marcha algunas iniciativas parecidas. En febrero se pondrá en marcha el "Teléfono contra el suicidio", apadrinado por alcaldesa Carmena, que será gestionado exclusivamente por profesionales de la psicología. El impulsor del proyecto es el psiquiatra Alejandro Rocamora. Este afamado médico analiza el problema del suicidio en una reciente entrevista en el periódico 20 Minutos, de la que dejamos un enlace a continuación:
Entrevista a Alejandro Rrocamora
La OMS insiste en que los suicidios se pueden prevenir, actuando sobre factores de riesgo como el maltrato, el abuso del alcohol y los problemas de salud mental. Las personas en riesgo de suicidio se pueden detectar y recibir a tiempo una atención especializada, como se está intentado hacer en Madrid o Cataluña. Pero son pocas las medidas de acompañamiento humano que se implementan para incidir en la raíz del problema: el deterioro de la autoestima y la desafección familiar y social. Ambos factores conducen a la depresión, al alcoholismo, las drogas, el maltrato, etc. Estos últimos son tomados como factores primarios de suicidio cuando, en realidad son secundarios.
Los datos son aleccionadores: algunas sociedades son más propensas al suicidio que otras. En este problema también influyen algunas circunstancias culturales y económicas (al margen de las personales). Sobre este asunto faltan datos actualizados de muchos países que, o bien los ocultan o bien no los consideran relevantes. Con los datos que hemos podido conseguir observamos que los países con índices más altos de suicidio son aquellos que:
Del mismo modo, los países con índices más bajos son aquellos que gozan de climas cálidos, dotados de amplia población joven, de prevalencia de los sentimientos religiosos y con un sentir familiar donde los mayores no son excluídos.
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Incluso los estudios estadísticos a nivel estatal no son completamente fiables pues tienden a minusvalorar el problema. En España, el médico forense debe comunicar el fallecimiento al juzgado de guardia e indicar si la muerte ha sido violenta o accidental. Una autopsia realizada en los Institutos de Medicina Legal determinará la causa de la muerte. Pero, frecuentemente, el personal del juzgado comunica al Registro Civil el presunto motivo de la defunción sin esperar a los resultados definitivos de la autopsia que se demoran si hay que analizar muestras. Ese dato prematuro (normalmente sesgado debido a las repercusiones negativas que tiene el declarar un suicidio: estigmatización social, problemas para cobrar los seguros de vida...), es el que puede llegar al Instituto Nacional de Estadística (INE). El número de muertes por suicidio que figura en el INE no coincide con el de los Institutos de Medicina Legal. La diferencia es importante. Un estudio en 16 provincias de España realizado por el Instituto de Medicina Legal de Sevilla encontró 563 suicidios sin registrar, solamente en 2007. España es un país de medio/bajo índice de suicidios pero este hecho no resta imporatancia al problema. En nuestro país hay más del triple de casos de suicidio (3 569 en 2016) que fallecidos por accidente de tráfico (1 160 en 2016), y son ocho veces más casos que los de violencia de género. El noroeste peninsular es donde el problema adquiere mayor relevancia: en Galicia y Asturias se duplican los índices nacionales. El motivo tal vez sea una población muy envejecida y cada vez más individualista.
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